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¡Y van 12!

            Una nueva edición del Festival de Cine Alemán –¡y van 12!— viene a probar, por si hacía falta, que hay un público fiel y consecuente para esta manifestación organizada por German Films, a esta altura todo un clásico del calendario cultural porteño. Es que el cine alemán siempre tuvo en Buenos Aires un espacio privilegiado, que en los últimos años no ha hecho sino incrementarse, también en la consideración de la crítica. De hecho, algunos de los mejores estrenos que han pasado últimamente por la ciudad son alemanes. Por poner apenas unos pocos ejemplos recientes: "Entre nosotros", de Maren Ade; "El mal del sueño", de Urlich Köhler; o la trilogía "Dreileben", presentada por el Goethe-Institut en la Sala Leopoldo Lugones. Y están también, sin resignar en nada su calidad, los grandes éxitos de público, debidos a dos de los mayores nombres del cine alemán: "La cueva de los sueños olvidados", de Werner Herzog, y la inefable "Pina", de Wim Wenders, que fue uno los highlights del Festival del Cine Alemán del año pasado.
            No es casual que todos estos títulos mencionados hayan pasado antes por la Berlinale, la gran vidriera internacional del cine alemán. Del festival berlinés llega este año, directamente a la apertura de la manifestación porteña, la nueva película de una realizadora crucial en el cine alemán de las últimas tres décadas: "Felicidad", de Doris Dörrie. La directora de "Hombres", de "Nadie me quiere" y de "Iluminación garantizada" está de regreso con otro de sus films que no le temen a los excesos, ya sean formales - los colores de Dörrie son inconfundibles - o de contenido.
            Y de la Berlinale viene también "El perdón", de Matthias Glasner, protagonizada por dos de las estrellas más potentes del cine alemán de los últimos años, Birgit Minichmayr ("Entre nosotros", "La cinta blanca") y Jürgen Vogel ("La ola"), sumidas aquí en esa noche eterna que no es solamente el extremo norte de Escandinavia en invierno sino también la oscuridad del dolor y la culpa.
El protagonista de "La suma de todas mis partes" también está inmerso en una crisis, pero se diría que la suya es existencial, como si a pesar de todas sus potencialidades no pudiera integrarse a un mundo que no congenia con su sensibilidad. No por nada el director es Hans Weingartner, el realizador de "Los edukadores" (2004), donde el trío central también decidía desplazarse peligrosamente hacia los márgenes de una sociedad a la que cuestionaba.
            La “Ostalgie” que despertaron en su momento "Good Bye Lenin!" (2003) y "La vida de los otros" (2006) sigue presente en el cine alemán, como lo demuestran dos de los films de esta muestra. El documental "This ain’t California", de Marten Persiel, con su radiografía de la subcultura skate en los años finales de la República Democrática Alemana, viene a desacralizar la idea de que en la ex RDA todo era gris y estaba bajo control de la Stasi. Por su parte, la ficción "Viento del oeste", Robert Thalheim, aporta otra mirada sobre lo que significaba ser joven en Alemania del Este, justo antes de la caída del Muro.
            Y si de juventud se trata, tanto "La guerrera", de David Wnendt, como "La invisible", de Christian Schwochow, ofrecen sendos retratos de chicas al límite. La primera es integrante de una banda neonazi y se enfrentará con sus propios fantasmas, mientras que la segunda es una aspirante a primera actriz que deberá demostrar que está a la altura del desafío artístico y personal al que se enfrenta.
            Un dato: "El amigo alemán" marca el bienvenido regreso – a la realización, a la Argentina - de Jeanine Meerapfel, con un ambicioso film-río que, a la distancia, se puede interpretar como el compañero perfecto de su recordada película "La amiga" (1989), con Liv Ullmann y Cipe Lincovsky.
            Una sugerencia: no se pierdan "Los tejedores", de Friedrich Zelnic, el clásico mudo que será el film de clausura, con acompañamiento musical en vivo de Marcelo Katz y los Mudos por el Celuloide. Realizada en 1927, se trata de una película imposible de ver hasta ahora en Buenos Aires, que llega en una copia restaurada a nuevo por la Murnau-Stiftung y es un ejemplo inmejorable del cine de agitprop de la época, con intertítulos diseñados especialmente para la película por el gran George Grosz.

Luciano Monteagudo,
Página/12