Dos películas en una. Por un lado, un drama deportivo que -en la línea de grandes producciones del género como -"Más dura será la caída", "Marcado por el odio" o "Toro salvaje"- confirma las grandezas y las miserias que rodean al boxeo. Y por otro, una demoledora tragedia familiar, a medio camino entre el clasicismo griego y las novelas de televisión.

En su primer largometraje de ficción, el documentalista Züli Aladag, con un estilo narrativo ágil y directo, se centra en la peripecia de un púgil aficionado (al que da vida, en una gran interpretación, el joven actor Daniel Brühl) que no ha perdido ningún combate y se encuentra ante la oportunidad de su vida: un promotor le ofrece pasar a ser profesional y resolver así su futuro a cambio de renunciar por completo a su familia, sus amigos, sus estudios, su trabajo y hasta sus principios. El muchacho no lo duda, ya que su mayor aspiración en la vida es perder de vista a su padre, un alcohólico que maltrata a su madre. Con lo que no contaba es con que su supuesto protector es un mafioso de medio pelo que hará todo lo posible por implicarle en sus turbios manejos y que, además, oculta un terrible secreto relacionado con sus progenitores.