El turco-alemán Fatih Akin no sólo es uno de los directores europeos más relevantes del siglo XXI gracias a films como Contra la pared o Al otro lado, sino que, ejerciendo como guionista o productor, facilita la eclosión de cineastas jóvenes. El último en contar con su apoyo ha sido el debutante Özgür Yildirim, cuya ópera prima, Chiko, es un violento thriller urbano que se desarrolla, como no podía ser de otra forma (estando Akin de por medio) en la ciudad de Hamburgo, donde reside una amplia colonia otomano-germana con nuevas generaciones que viven sumidas en constantes dudas, siempre a caballo entre dos culturas muy diferentes y muy lejanas. 
             
El joven del título (al que da vida Denis Moschitto, el actor que protagonizaba Kebab Connection) sueña con convertirse en un tipo importante. Para él y para su mejor amigo Tibet, cuya madre cuida de ambos como si fueran hermanos, el dinero, el poder y el respeto es lo único que importa. Chiko utiliza sus ingenios despiadados para atraer la atención de Brownie (Moritz Bleibtreu), el señor de las drogas. Poco a poco, ayudado por su ambición y su falta de escrúpulos, empieza a trepar escalones, aunque eso signifique traicionar a todas aquéllas personas que antes eran importantes para él. Pero, tarde o temprano, debe replantearse si el precio a pagar no es demasiado alto...

Rodada con un estilo directo y agresivo, a ratos casi documental, con mucho nervio, interpretaciones naturalistas y una notable explicitud en las escenas de violencia, la película apuesta por no apostar: los personajes no se dividen en buenos y malos, sino que todos se caracterizan por una inquietante ambigüedad.