EL MUNDO ALEMÁN

Lo más llamativo de esta octava edición del Festival de Cine Alemán no son solamente los nombres de los directores más reconocidos de esa industria que participan en ella (Doris Dörrie, Faith Akin, entre otros) sino la extraordinaria variedad de lugares del mundo que estas películas visitan. Hagamos una rápida enumeración: desde el Japón --que la Dorrie ya ha frecuentado en películas anteriores como Iluminación garantizada y donde ahora vuelve con Cherry Blossoms-Hanami -- hasta la frontera entre México y EE.UU. donde se despliega un apasionante drama basado en un hecho real relacionado con el tráfico de mujeres y menores para la prostitución (Trade-Welcome in América, deMarcus Kreuzpaintner y producida por Roland Emmerich) pasando por la Turquía recurrente de Faith Akin en un drama que entrecruza historias y tiempos (The Edge of Heaven).
El cine alemán que veremos estos días funciona casi como un Aleph, conectando puntos diversos de la geografía o, para ponerlo en términos más contemporáneos, como un paseo por el Google Earth, una herramienta fascinante para los curiosos del mundo. El punto más extremo de esta deslumbrante ambición por la diversidad geográfica lo da la película coral Espectros que desarrolla en paralelo cinco historias de treintañeros ubicadas en lugares tan disímiles como Jamaica, Islandia, el Oeste norteamericano, Venecia y Berlín.
Al mismo tiempo, el único documental del Festival, Al límite, de Pepe Danquart, muestra a los hermanos Huber, dos escaladores de competición, enfrentando los desafíos de subir en velocidad las escarpadas laderas de montañas en el parque Yosemite, en el estado de California, y cerro Torre en nuestra Patagonia. El placer de ver cine en el cine se ve magnificado en este caso por la posibilidad de apreciar los paisajes más sorprendentes de una manera que ningún televisor podría ofrecer.
Sin embargo, de todos los lugares esplendorosos que se podrían mostrar del mundo ninguno de ellos es tan significativo para la historia alemana del siglo XX como un oscuro y pequeño pueblo polaco llamado Auschwitz. Y allí está ambientada la más sencilla de las películas presentadas en esta muestra pero al mismo tiempo la más impactante, la más emocionante y lograda: Llegaron los turistas del joven director Robert Thalheim. En ella, un joven alemán realiza su servicio civil (en reemplazo del militar) cumpliendo funciones en el museo de Auschwitz, naturalmente localizado donde funcionaba el infame campo de exterminio. Allí traba relación con un sobreviviente del Lager mientras se vincula sentimentalmente con una joven del lugar. La película - basada ligeramente en las experiencias del mismo Thalheim que trabajó en el Auschwitz's International Youth Meeting Center - muestra a un director que apenas en su segunda obra despliega un estilo seco y preciso que permite combinar al mismo tiempo varios niveles de significación. Llegaron los turistas articula magistralmente las penurias personales de un joven, las ambigüedades, las incertidumbres propias de la edad con la relación conflictiva, difícil de resolver entre Alemania y su propio pasado. A diferencia de otras películas exitosas de ciclos anteriores como La caída y Sophie Scholl, que recreaban prolija y cuidadosamente el pasado, Llegaron los turistas muestra el lugar del horror hoy, con sus rastros, cicatrices y dolor en sordina.
El pasado vuelve de una forma inesperada también en La Ola, de Dennis Gansel. Un trabajo práctico en una escuela secundaria para entender el concepto de “autocracia” se desborda y permite pensar en la posibilidad de que el horror no esté extinguido, sino agazapado, esperando ser puesto en actividad al menor estímulo.
Hay mucho más en el Festival de Cine Alemán, un encuentro con una cinematografía que permitirá recorrer el mundo y encontrar la vinculación entre el ayer y el hoy, entre los problemas del pasado y su expresión en el presente.
Gustavo Noriega
Director de EL AMANTE CINE