LA VITALIDAD DEL CINE ALEMÁN

Hay vitalidad en una cinematografía cuando se produce mucho y esa producción es heterogénea. Y éste parece ser el caso del cine alemán actual. Son cerca de 280 los largometrajes por año que se filman hoy en Alemania, con temáticas y estéticas realmente diversas. Igual que el cine argentino, el alemán tiene una seria dificultad que enfrentar: el problema de la distribución y la exhibición, habida cuenta de la invasión de cine de las majors de Hollywood que se replica en todo el planeta con la misma intensidad. No hay demasiado lugar para las películas alemanas allí, como no lo hay para las argentinas aquí. Naturalmente, si pensamos en cómo circula el cine de los países de Europa, Asia, África, Oceanía y América Latina por las salas argentinas, descubriremos una situación análoga. Las oportunidades para ver en Argentina cine producido en Alemania son, entonces, pocas y completamente aisladas. Este festival sirve para paliar, en parte, esa restricción molesta: reúne diecisiete largometrajes que sintetizan muy bien las nuevas corrientes cinematográficas de un país que, áun erigido desde hace unos años en líder económico y político en su continente, evidencia -en una observación que exceda la superficie- grietas, incomodidades, dialécticas y un saludable desarrollo del espíritu crítico. Es esa cuerda la que justamente tocan películas como Un regalo de los dioses, de Oliver Haffner, que aborda la crisis en el escenario laboral europeo en la línea del cine social británico (Ken Loach, Stephen Frears).  El fin de la paciencia, de Christian Wagner, enfocada en el despliegue de la delicuencia juvenil en un contexto de faltas de buenas respuestas estatales ante la realidad de la inmigración. Las mentiras de los vencedores (título inspirado en un poema de Lawrence Ferlinghetti, figura importante de la generación beat), ocupada en desnudar la trama de intereses y el enorme poder que anidan, hoy más que nunca, en la corporación mediática, pero sin resignar el espíritu cinéfilo, con sus alusiones oblicuas a la obra de un prócer justamente canonizado como Hitchcock. Pero también hay películas sobre las peripecias que implica filmar cuando el romanticismo está por encima del horizonte del negocio, sobre la celebración del pastiche y el reciclaje, sobre la prototípica angustia existencial adolescente que simbolizó de manera trágica y acabada, aunque algo tardíamente, un artista maldito como Kurt Cobain y sobre un tópico tan polémico como la eutanasia. Variantes de un cine que empieza a aprovechar mejor la combinación entre las posibilidades que abre un sistema bastante aceitado de financiación pública y las distintas alternativas de producción a bajo costo que surgieron en la era digital.

 

“De las fricciones entre las películas industriales -con aspiraciones de hacer ruido en la taquilla-, las que subvenciona el Estado -más inclinadas a la investigación y la marca autoral- y aquellas más áridas, rugosas -las que se filman con muy poco dinero y afán experimental-, nace un cine     renovado y vivo”, sostiene Franz Müller, crítico de la prestigiosa revista especializada alemana "Revolver" y director de En el peor de los casos, otro de los films que forman parte de este festival.

 

Es hora de comprobarlo.

 

Alejandro Lingenti

 

La Nación